sábado, 29 de marzo de 2008

La alegría de vivir

Iba yo un día por la calle San Bernardo de Madrid -la ex calle Ancha, donde estuvo muchos años la Facultad de Derecho; allí hice yo mi primer curso-. Iba hecho un demonio, agobiado por mil y un problemas, sin un céntimo, o casi: bah, con un poco de dinero que no me alcanzaba para casi nada, y muy pocas probabilidades de tener más en un futuro inmediato. Todo me había salido mal en los últimos tiempos, no tenía motivo alguno para sentirme bien, todo andaba manga por hombro.
Caminaba a grandes trancos, con un pesado portafolios que, en realidad, era la caja de Pandora: si lo hubiera abierto habrían salido de su interior todos los males y no sé si hubiera quedado en el fondo la esperanza.
De pronto, ya cerca de la Plaza de Santo Domingo, me encontré con un teatro que anunciaba en una cartelera enorme: "La alegría de vivir", por Alfonso Paso. "¡Pues hombre, sí que estamos bien -me dije airadamente-, la alegría de vivir, nada menos!". Y con el egoísmo y la soberbia de la juventud, me pregunté a renglón seguido:
“¿Pero es que hay alguien que sienta alegría por vivir?”
Al cabo de algunos segundos, un resto de cordura que, evidentemente, me quedaba, me hizo pensar que quizás no me hiciera mal, en mi estado, ver esa obra de Paso, gran comediógrafo y gran persona, por quien yo sentía mucha simpatía. A lo mejor barría alguna de mis tristezas, me infundía cierto optimismo, me hacía ver las cosas de otra manera. Así que conté el dinero que llevaba en el bolsillo y descubrí que me bastaba para pagar una butaca en la platea y darle propina al acomodador. La obra estaba a punto de empezar. Pasé por la taquilla, conseguí mi entrada y me metí en la sala.
La comedia estaba muy bien hecha, muy al estilo de Paso, nada transcendental, ni tremendista -claro, era una comedia-, ni, en el otro extremo, demasiado frivola. El argumento se centraba en la vida y milagros de un joven abogado exitoso, adinerado, con una mujer guapísima, un socio estupendo y una secretaria muy eficiente y muy leal.
Tras una serie de incidentes el letrado descubre que su mujer lo engaña con el socio y que los dos le han arruinado con la complicidad de la secretaria.
El tipo, después de acusar el impacto con mucha clase, los reúne a todos en su casa, los invita a una copa de champán, brinda con ellos y les dice, más o menos: "Me habéis quitado todo, el amor, dinero, el trabajo, la paz; pero hay algo que no me habéis quitado y que ni vosotros ni nadie me podrá quitar nunca, en tanto en cuanto yo lo quiera conservar, y ese algo es nada menos que la alegría de vivir".
La verdad es que Paso tenía razón. Y recordar, gracias a él, que ninguno de mis problemas me podía quitar a mi tampoco la alegría de vivir, si me empeñaba en tenerla por encima de todo, me hizo mucho bien.
Me fui a casa andando, pues me había quedado sin dinero y no podía ni siquiera tomar el metro. En cuanto llegué tiré el portafolios a un rincón, me quité la chaqueta, me aflojé el nudo de la corbata, me senté a una mesa y me puse a escribirle una carta a Alfonso Paso, agradeciéndole por haberme hecho ver algunas cosas claras con su comedia y, sobre todo, por haberme levantado el ánimo.
Algún tiempo después recibí esta carta de Alfonso, que conservo en mi archivo de recuerdos y cuyo texto transcribo a continuación.


Granada, 24 de junio de 1962
Sr. D. José Luis Alvarez
Mi querido amigo:
Me mandan su carta a Granada y ello motiva el retraso con que contesto a sus magníficas líneas. Créame, no merezco el elogio que hace de mi teatro y la benevolencia y generosidad con que lo juzga. Tampoco merezco ese don del cielo que es haber impresionado el corazón y la mente de un contemporáneo mío en la medida que Ud. me describe en su carta. Pero todo ello lo acepto porque si es cierto que le devolví la alegría de vivir con mi modesta obra, misivas como la suya me acrecientan esa alegría hasta el límite posible. No le preocupe que el teatro tenga "doctores". Ud., el público, es el único doctor con título legal para tomar el pulso a nuestra obra o dictaminar sobre ella. Sus líneas constituyen la más bella crítica que de mi obrita se ha hecho y, como tal, las guardo ya entre mis cosas mas queridas.
Confidencia por confidencia: cuando escribí "La alegría de vivir" acababa de ser objeto de la traición más inmunda, más dura y más terrible para un hombre que se precie de serlo. Acababa de ver mi campo sentimental asolado por la plaga de
traidores más cruel que jamás tropecé. Ni la más querida intimidad me fue respetada. Y lo que es peor, ni siquiera podía gritar mi razón porque mis razones despertarían la risa y la burla de los demás, tal vez justificadamente. Yo también salí a la calle, comencé a pasear, con mis dos hijas cogidas de la mano y, de pronto, noté que nada se había acabado, que era preciso vivir, que el mundo está lleno de cosas bonitas, existan traidores o no, que oir los latidos del propio corazón es ya un bien tan magnífico que todo palidece y resulta ridículo a su lado. Aquí me tiene, riendo, descansando, lleno otra vez de alegría porque esa -recuérdelo- esa alegría "no nos la quitan". Esa hay que defenderla con rabia, con cólera.
Le prometo que cuanto escriba irá siempre alentado por mi alegría de vivir que quisiera -como en su caso- entregar a manos llenas a mis compatriotas.
Un abrazo de su buen amigo, ALFONSO PASO.

Ilustraciones:

Carta original y foto de Alfonso Paso.



© José Luis Alvarez Fermosel

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Sr.Fermosel: ¡Cuánto para recapacitar tiene esta nota que usted escribió! Yo estoy atravesando un momento muy malo (en todos los sentidos: de salud, de familia y de dinero) pero al leerlo me di cuenta de que tiene toda la razón del mundo. Gracias. Gracias por todo lo que aporta con su blog. Un abrazo. Nacho (Barracas)

Anónimo dijo...

Nacho: en muy poco tiempo las cosas van a mejorar para ti, ya lo verás. Mientras tanto, no hay más remedio que aguantar y recordar, en efecto, que lo único que nadie ni nada nos puede quitar es la alegría de vivir. Un abrazo y buena suerte.

almudena dijo...

Sr Fermosel:
simplemente le escribo para agradecerle su admiracion por mi padre, Alfonso Paso. Me alegro que su obra le sirviera de ayuda un dia. Cualquier cosa que quiera referente a mi padre estare encantada de ayudarle. Puede escribirme a almudenapaso@yahoo.co.uk
Tambien puede ver la pagina web que yo he creado para mi padre
www.alfonsopaso.com
Un saludo cordial
Almudena Paso

Anónimo dijo...

Sra. Paso: Muchas gracias por su mensaje. Su padre, que verdaderamente era digno de admiración, me ayudó mucho con la obra que comento en mi artículo "La alegría de vivir", el mismo título de la comedia de quien fue un autor tan querido por el público. Veré su página web. Un saludo cordial.