lunes, 28 de diciembre de 2009

Mejor claro que oscuro

“La oscuridad y la afectación son los defectos más grandes del estilo”. (Macaulay)

José Ortega y Gasset escribió: “La claridad es la cortesía del filósofo”. Esto es periodístico, o puede aplicarse al periodismo, porque la obligación del periodista no es ya la cortesía, sino la claridad; sin claridad no hay periodismo.
No recuerdo ahora mismo quién, ni tengo ganas de ir a enterarme, dijo, a su vez, que “ningún escritor tiene
derecho a dificultar deliberadamente la lectura al lector; eso se llama pedantería o insuficiencia. Este es el caso del que no tiene nada qué decir y entonces lo dice en un lenguaje muy complicado para disimular que no está diciendo absolutamente nada”.
Esto de escribir oscuro es moneda corriente en nuestros días. Bueno, lo fue siempre, para qué nos vamos a engañar. Tal vez por eso pidió Goethe momentos antes de morir:
“¡Luz, más luz…!”
Un día lejano, en el curso de una conversació, y sin que yo le preguntara nada al respecto, Fernando Vizcaíno Casas, el entonces abogado laboralista número uno de España y un escritor muy leído –vendió cuatro millones de ejemplares de sus libros-, me dijo más o menos con estas palabras:
-Yo vendo tanto porque lo que escribo lo entiende todo el mundo. Los críticos tienen veleidades de areopago; son, o eso creen ellos, la… “Academia” (no me refiero a la Española); son escritores frustrados a quienes nadie leyó nunca porque nadie los entendió, de tan difícil que escribían.
- La oscuridad también acecha al periodismo, como te consta
–le dije yo-.
No hay reportero de calle novato que no sueñe con escribir un día un editorial denso, con palabra muy difíciles, metérselo de contrabando a su jefe y que se publique. Por lo general, se entiende que oscuro es sinónimo de culto.
Estábamos en el café Gijón de Madrid, disfrutando de una sobremesa tranquila después de haber dado cuenta de un cocido pantagruélico en el Ritz. Ya habíamos tomado el café y aún nos quedaba coñac caliente en las copas. Fernando sonrió de pronto y recordó:
- Tú le dijiste un día en Buenos Aires a tus redactores de la agencia EFE: “Muchachos: sujeto, verbo, predicado y…¡a cobrar!”.
- Efectivamente, ¿sabes que todavía se comenta por allí?
Charlamos un rato más aquel día. Después Fernando se fue a su bufete y yo a Espasa Calpe, a ver si encontraba unos libros que andaba buscando.
Semanas después regresé a Buenos Aires. Pasaron los años. Fernando y yo volvimos a vernos aquí. Un día, estando yo a punto de viajar a Madrid, me enteré de su muerte. Siempre fue un escritor claro. Nunca se lo perdonaron.
Hace unos días leí en el diario “Perfil” de Buenos Aires un excelente artículo de Pepe Eliaschev, titulado “Imbéciles y descerebrados”. Copio al pie de la letra uno de sus párrafos:
“El docente de filosofía Ricardo Forster no utiliza un lenguaje apto para la gente sencilla como los periodistas. Un párrafo de muestra: ‘En una situación global de creciente autonomía de los actores del proceso de producción de símbolos sociales, ideas e ideologías, se producen abusivas lógicas massmediáticas que redefinen todos los aspectos de la vida social, así como las operaciones de las estéticas de masas reconvirtiendo y sojuzgando los mundos de lo social, de lo político, del arte, de los saberes y conocimientos’ ”.
En la “Segunda Enciclopedia de Datos Inútiles” de ese gran periodista, escritor, traductor y crítico de cine uruguayo que fue Homero Alsina Thevenet se transcribe una entrevista a un reportero que en un momento dado le dice a su colega y entrevistador:
“Yo y mis compañeros ejercemos nuestra labor en la cadena informativa argentina que concilia las necesidades de la prensa escrita, de la prensa oral (o radio) y de la televisión, todas ellas siempre presentes junto al pueblo, a fin de recepcionar el caudaloso aporte de la realidad cotidiana y mantener vigente el conocimiento del pueblo argentino sobre el diario acontecer, que está siempre preñado de acontecimientos”.
Podríamos seguir poniendo ejemplos hasta mañana. Vaya el último: El alumno escribió: “Los sucesos que acaecen cotidianamente en la rúa”. Juan de Mairena (1), el inefable personaje de Machado, tachó la frase y escribió en su lugar:
“Lo que pasa en la calle”.

(1) Docente apócrifo, creación literaria de Antonio Machado, personaje central de numerosos trabajos aparecidos en El Diario de Madrid.


© José Luis Alvarez Fermosel

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