martes, 24 de agosto de 2010

Vinos con antibióticos

Tal como vienen los vinos –aguados los blancos, algunos “petillant” sin que deban serlo, de color negro los tintos-, no tiene nada de particular que se encuentre en ellos cualquier cosa.
De modo que no nos sorprende que se hayan descubierto en Alemania antibióticos en vinos de procedencia argentina, entre ellos varios originarios de Mendoza.
El gobierno alemán descubrió altas dosis del antibiótico natamicina en 7 de 42 vinos analizados.
Peter Hauk, ministro de Defensa del Consumidor del Estado federado de Baden Wurttemberg, ha reconocido que las cantidades de natamicina halladas en los antaño nobles caldos argentinos no alcanzan a ser perjudiciales para la salud, pero no tienen por qué estar dentro de una botella de vino.
El ministro Hauk tiene razón. Los antibióticos y demás fármacos, vitaminas, jarabes para la tos y otros medicamentos deben venir sólo en píldoras, grageas, pastillas, cápsulas, frascos y otros envases “ad hoc” para remedios, sin ningún aditamento.
A no ser que los vinateros argentinos hayan decidido matar dos pájaros de un tiro: proporcionar el calor, el bienestar y la alegría que el vino produce al cuerpo –consumido en dosis razonables- y, por otro lado, curar al consumidor de alguna afección susceptible de ser tratada con antibióticos.
¿O es que ya no saben qué añadirle al vino, en su fase de elaboración, para que salga enseguida de las barricas y llegue lo antes posible a los cajones de la exportación?
Esa debe ser la principal preocupación: exportar, ganar dinero.
De seguir así las cosas, la Argentina ya no tendrá crédito ni siquiera por sus vinos, que fueron muy buenos hasta que un grupo de vivos sembró, en un terreno tan bien abonado como el de lo “fashion” y lo “de onda”, la especie de que los mejores son los varietales, los que se hacen con un solo tipo de uva.
El más popular entre la tilinguería local es el Malbec, que se produce en cantidades enormes y se vende muy bien, como resultado de la ecuación moda, más mercadeo, más publicidad.
Hay otros tintos también de color negro, que dejan la copa churretosa y manchada de un sucio azul violáceo.
Es el estilo California –se dice-. Son los vinos que se ven beber a los americanos en las películas.
Y los esnobs se vuelven locos de alegría, y compran el vino negro, y se dejan dar gato por liebre, y hasta vino con medicinas, y agitan sus copas en las que danzan el azúcar, los colorantes y los antibióticos, mezclados con el vino negro.
Malbec, eso sí.
En una de las notas relacionadas, el conocido experto argentino Miguel Brascó echa su cuarto a espadas en torno a los vinos negros.

© José Luis Alvarez Fermosel

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