domingo, 27 de febrero de 2011

Clasica y Moderna

Natu Poblet dice en la dedicatoria del libro 70 años de Clásica y Moderna, que tuvo la gentileza de regalarme: Para el Caballero Español, por los buenos ratos de tanto tiempo.
Todos nosotros hemos pasado buenos ratos durante muchos años en el cálido y grato reducto de Clásica y Moderna.
¿Quiénes somos todos nosotros? Pues todos aquellos a los que nos gustan los libros, los buenos ambientes y los amigos.
Clásica y Moderna es una de las más importantes librerías de Buenos Aires, cuya historia se cuenta pormenorizadamente en el libro al que me referí antes, prologado por Ernesto Schoo, escrito por Álvaro Abós, bajo la dirección de Natu, al cuidado de Graciela Gliemno y traducido al inglés por Ian Barnett.
Intervinieron también Judith Gociol, Felicitas Luna, Rolando Costa Picazo, Daniel Gigena y Horacio G. de Vincenzo. El diseño es de Schavelzon y Ludueña.
No faltará alguno que se pregunte: ¿Por qué tanta gente para escribir un libro? Porque éste no es un libro convencional. Es un documento, el compendio de la historia fundacional y el desarrollo posterior de Clásica y Moderna y una pieza de colección.
Fue editado con el aporte económico de varias editoriales e instituciones. Mide 20 por 20 centímetros, tiene 156 páginas y está ilustrado por un centenar de fotografías.
Clásica y Moderna fue declarada Sitio de Interés Cultural por la Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Bar y Librería Notable por la Comisión de Patrimonio del Gobierno de la Ciudad y recibió el premio Konex 2004 (Letras. Mención Especial) y el de la Cámara Española de Comercio en la Argentina a la empresa PyME del año 2006.

Un feudo literario y cultural

Francisco Poblet padre fundó en 1938 la librería Clásica y Moderna. En 1986 la librería habilitó un café-bar-restaurante que desde entonces frecuentan escritores, periodistas, pintores, letrados, músicos y representantes de la cultura y otros quehaceres relacionados, fundamentalmente, con la letras y las artes. Se ofrecen espectáculos de variada índole, desde presentaciones de libros hasta conciertos de conjuntos musicales. Un piano solloza tangos en la penumbra.
Yo estoy unido por un cable que me conecta, desde la Clásica y Moderna de Buenos Aires al Café Gijón de Madrid y electrifica mi solaz por los libros, los cafés, las tertulias y los amigos. Sino que en el Gijón no hay más libros que los que llevan los parroquianos.
Conocí a los hermanos Poblet, Natu y Paco, casi recién llegado a Buenos Aires. Y desde entonces me hice amigo de ellos. Con Paco –que nos dejó infaustamente hace algunos años- he vivido jornadas inolvidables, “intra” y “extra muros” de su Clásica y Moderna. Solía acompañarnos otra amigo entrañable, también desaparecido por el negro escotillón de la muerte: mi colega y tocayo José Luis Agromayor.
Paco escribió una deliciosa novela, Viuda de Adán e hijos, editada por Planeta. Estuve en la presentación y tengo un ejemplar dedicado.
Nunca olvidaré a Paco, un hombre vital por encima de todo, abierto, generoso, buen amigo, con gracia y al mismo tiempo con sentido del humor, dos cosas distintas que casi nadie tiene a la vez.
Los Poblet crearon el premio que lleva su apellido, calcado del Goncourt, sin dotación económica pero de marcada significación en el mundo de las letras argentinas.

Leer es un placer

A Natu la traté siempre en la librería, de la que sigue siendo el alma, como no podía ser menos, tratándose de una fanática de la lectura como ella y de una persona de gran bondad, inteligente, sensible, afectuosa y con muy buena mano para las relaciones humanas. Hemos compartido innumerables cafés y hablado “ad infinitum” de literatura, libros y casi todo lo divino y lo humano. Coincidimos en muchas cosas, entre ellas la afición a las novelas. Quizás por eso sea uno tan novelero. (1)
Natu, que es arquitecta, aunque me parece que nunca ejerció la carrera, tiene un espacio, Leer es un placer, en Radio El Mundo, junto a Carlos Clérici y una columna de libros, Haciendo camino, en el programa de Carlos Rodari.
El gran escritor español Rafael García Serrano, aficionado a los libros, los barcos y los bares, decía que la barra de un bar es como el espigón de un puerto, como el muelle más seguro, y allí nos amarramos entre singladura y singladura.
“Somos –decía Rafael- a un tiempo barcos y marineros y en ese sentido hay quien tiene un amor en cada barra. Todos podemos ir al puerto que nos dé la gana, pero en general estamos matriculados en el que más nos gusta”.
Por mi parte, soy José Luis, matrícula de Clásica y Moderna, y cuando fondeo en esa rada siento que he llegado a buen puerto.

(1) En España se dice de la persona apasionada en general y aficionada a novelerías, esto es, a cosas novelescas y fantásticas.

© José Luis Alvarez Fermosel

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