miércoles, 5 de junio de 2013

Cifras y fechas en la novela policial



Las fechas y los números son imprescindibles en los libros de contabilidad, tan aburridos. Si no indispensables, fechas y números en cuestión revisten cierta importancia en las novelas policiacases, mucho más entretenidas.
Determinados guarismos y fechas quedaron clavados como jalones en la literatura de detección, o de detectives. 
Habría que empezar –a partir del siglo XIX- con los años 1809 y 1849, correspondientes al nacimiento y la defunción de Edgar Allan Poe, el versátil escritor estadounidense que con sus relatos Los crímenes de la calle Morgue, La carta robada y El misterio de María Roget sentó las bases de la novela policial moderna.
Poe escribió versos, cuentos, críticas y artículos. De vida intensa y atormentada, murió a los 40 años por la acción deletérea del alcohol y las drogas.
Unos años después, concretamente en 1887, apareció la primera novela de Sherlock Holmes, Estudio en escarlata. El intuitivo y multifacético inquilino de la calle Baker Street 221 B de Londres, quizás el detective privado de ficción más famoso del mundo, resolvía difíciles casos examinando detenidamente cenizas de cigarrillo caídas en una alfombra, o fijándose en las botas embarradas de un visitante estrambótico que venía del East End. Holmes fue una creación muy afortunada y muy rentable para Arthur Conan Doyle, el padre de la criatura.
De los zascandileos de Sherlock Holmes daba cuenta pormenorizadamente su fiel exégeta y amanuense, el doctor Watson, que era médico como Conan Doyle y como él colgó el estetoscopio, sustituyéndolo por el revólver y el garrote con puntera de hierro para andar por parajes tenebrosos de la campiña inglesa en noches veladas por la niebla.

El comprador de diamantes

Otra dirección famosa en la novelística policial inglesa es Portman Square 551, en pleno Londres. Allí se refugia el siniestro Malpas, que compra clandestinamente diamantes sudafricanos. Su vecino, el millonario Lacy Marshall, no es en realidad quien parece, sino alguien mucho peor.
No les pierden pisada a los dos el detective Slick Smith, de la agencia Stormer y el capitán de policía Richard Shanon, personajes principales -junto con la bella Audrey Bedford- de El rostro en la noche. una de las mejores novelas de Edgar Wallace. Hablando de números, Wallace es autor de otra novela no menos inquietante: El cuarto número 13.
Edgar Wallace, que vendió de niño diarios en las calles de Londres. llegó ser un dandy millonario que tripulaba un Rolls Royce. Cuando murió debía una considerable cantidad de libras esterlinas, que se pagó enseguida con sus derechos de autor.
Fue reportero y corresponsal de la agencie Reuter, columnista de otros periódicos y crítico de teatro del Morning Post. El mismo escribió 24 comedias, además de 175 novelas policiales y de aventuras, en las cuales se basaron los argumentos de 160 películas.
Le sorprendió la muerte en Hollywood, a los 57 años, cuando trabajaba en el guión de la primera versión de King Kong, en 1932.

Scotland Yard

En la ficción y en la vida real, los agentes de Scotland Yard perseguían de cerca a criminales que algunas veces se les escapaban de las manos en los oscuros recovecos de Whitechapel, como Jack el destripador.
Robert Peel fundó la policía metropolitana en 1829. El nombre de Scotland Yard procede del emplazamiento de la sede original, en el número 4 de Whitehall Place, donde había un patio –yard en inglés- que daba a la calle Scotland.
La central se desplazó en 1875 a New Scotland Yard, en Victoria Enbankment, un edificio de estilo gótico que forma parte del conjunto de Norman Shaw Building. En 1967 se mudó a sus actuales instalaciones, en 10 Broadway S W 1.
Durante muchos años los funcionarios de Scotland Yard –incluidos los guardianes del orden callejero, los populares bobbies- no portaban armas.
A partir de 1894 hubieran podido llevar pistolas semiautomáticas –no automáticas, como erróneamente se dice siempre-, pues ese fue el año de la aparición del arma creada por el alemán Hugo Bochardt y popularizada, en noble competencia con el revólver, por tantos relatos y películas policiales.
Otro número inolvidable es el 273, correspondiente a la celda de Isidro Parodi, el detective  recluso de Seis problemas para don Isidro Parodi de Héctor Bustos Domecq, es decir, Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares: un libro encantador en que la intriga y la indagación se combinan perfectamente con la maestria narrativa, el sentido del humor y la fina ironía de sus autores.  
   
La Máquina Pensante

El número 13, que ocupa un sitial de privilegio en el universo de la superstición, tuvo también un lugar en una novela policial muy famosa: El enigma de la celda número 13, del escritor estadounidense de origen francés Jacques Futrelle. Su  detective, S. F. X. Van Dusen, era conocido como La Máquina Pensante.
Van Dusen, médico, abogado, filóso, remotamente alemán, genio irritable y al mismo tiempo alegre, protagonizó tres novelas de Futrelle.
En El enigma de la celda número 13, indudablemente la más leída de Futrelle, La Máquina Pensante se fuga de una cárcel inexpugnable, explica cómo lo hizo y gana una apuesta.
Los libros de Futrelle no conocieron los halagos de las reimpresiones y hoy son difíciles de hallar. Sin embargo, los relatos que los integran –en particular El enigma de la celda número 13- gozaron de amplia difusión en varias antologías.
Jacques Futrelle murió en 1912 en el naufragio del Titanic.

© José Luis Alvarez Fermosel

(Sigue)

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